Apenas si
puedo escribir. No logro hilar palabras para dar sentido al dolor, al miedo, a
la impotencia, al desamparo. Como en esos sueños terribles en los que se abre
la boca pero el grito no sale por más que duela el esfuerzo en la garganta, yo
intento expresar algo que se resiste a la forma de una palabra, que rebasa toda
sujeción a la secuencia gramatical. La línea del sintagma es un abismo y lo
contemplo muda.
Sólo en el cuerpo
el hambre, la migraña, la sed, la facitis plantar; en el cuerpo el arenoso
insomnio, el dolor en la espalda, el cansancio, el miedo. Llevo días en el
llanto, en el estómago contraído, en las uñas mordidas hasta la sangre. Dije que llevo días pero es el mismo día, la
misma única hora repitiéndose, hora refleja de sí misma, y ya no sé qué tiempo
es el que vivo.
Dije que vivo
y llamo vivir esto de llorar sobre el desayuno, esto de contar muertos y volver
a llorar, esto de abrir la nevera y agua
amarga, esto de caminar sobre los escombros y la basura, este olor a podrido en las esquinas, este
miedo, esta rabia.
Que tumbaron
las puertas de mi casa, que robaron mi lengua y envenenaron las palabras. Que
me prohibieron cruzar una calle. Que bailaron sobre mis muertos y se mofaron de
mi llanto. Que me obligaron a besar a sus dioses, Que dijeron que yo no existo.
Que hablar no puedo, moro en tierra ajena aunque no haya saldo de mi casa, en
este domicilio donde lloro a diario.